viernes, 13 de julio de 2007

Pamplona 2007

Hola amigos. Cómo alguno de vosotros sabeis, el periódico me envió el jueves a Pamplona para hacer un reportaje. Como no me apetece escribiros la crónica de mi viaje en solitario por San Fermín, os pego el reportaje que he escrito y os hacéis una idea. Y así, además, no tenéis que comprar este domingo ese periódico de rojos y catalanistas que es Levante-EMV

“Visca” San Fermín

Miles de vecinos de la Comunitat Valenciana viajan cada año a Pamplona para disfrutar de las fiestas de San Fermín. Muchos lo hacen por afición a los toros y, sobre todo, a los “bous al carrer”, de ahí que una buena parte de los “mozos” que corre los encierros sea valenciana. Pero otros vienen a los sanfermines con la intención de divertirse, ya sea bebiendo “calimotxo” hasta el amanecer y durmiendo en un parque público o comiendo en un buen restaurante y pernoctando en un hotel.

Es una presencia ineludible, casi mítica. A partir del 7 de julio uno enchufa la tele a las ocho de la mañana para ver el encierro de los sanfermines y siempre está allí, no falla. Corriendo delante de los toros, entre una multitud de trajes blancos y pañuelos rojos, siempre hay un corredor con la camiseta de la señera. Uno y quince también. Y si no es con la camiseta de la señera es con la de cualquiera de los equipos de fútbol de la Comunitat Valenciana o de las muchas peñas taurinas que existen en Valencia y Castelló.
Para muchos valencianos el trayecto que va desde la Cuesta de Santo Domingo a la Plaza de Toros de Pamplona, pasando por Mercaderes, la plaza del Ayuntamiento y Estafeta, es una especie de “Meca” taurina, una visita obligada, un camino ritual que cualquier buen aficionado a los “bous al carrer” tiene que hacer al menos una vez en la vida. Teniendo en cuenta la gran afición que hay en la Comunitat Valenciana a este tipo de espectáculos taurinos, no es de extrañar que uno recorra a pie el trayecto del encierro media hora antes de que salgan los toros, y no deje de escuchar por aquí y por allá palabras en valenciano.
Y esto es algo casi “de toda la vida”. Y si no que se lo pregunten a Alberto Guillamón, de Onda, 52 años de edad y 38 corriendo en los sanfermines. Es tan veterano que los pamplonicas lo respetan igual que al más bregado de sus mozos locales. “Solo fallé un año, cuando murió mi hijo”.
Se podría decir que Alberto es un profesional de la cosa y por eso, a las diez de la noche, mientras la gente bebe y derrama vino por las calles, él se va a hostal a dormir y así estar bien fresco al día siguiente. Se levanta a las siete, calienta, cumple con sus “manías” y se dirige a la zona de la calle Estafeta, poco antes de la Telefónica, desde donde corren la mayoría de los valencianos hasta casi llegar a la plaza. Porque este es otro de los ritos: los corredores venidos de la Comunitat suelen partir del mismo sitio, como si estuviese reservado para ellos, al igual que hay una zona para los “guiris”, otra para los castellanos y otra para los navarros.
Desde la atalaya de su veteranía, Alberto ve lo mucho que ha cambiado la fiesta, sobre todo en lo masificados que se han vuelto los encierros. “Hace años no éramos tantos y podías hacer buenas carreras delante de los toros. Pero ahora casi tienes que pegarte para poder correr y te das cuenta de que mucha gente no correría si no estuviera la televisión delante. Si hay algo que puede acabar con los encierros es precisamente esto”.
Otro experto corredor es José Lorente, subdirector de la revista “Bous al Carrer” y que este año, por culpa de una lesión, le toca ver los toros desde un balcón cerca de la famosa curva de Mercaderes junto a Ana, su mujer, y sus hijas mellizas Lidia y Patricia. “Yo este año sí que estoy tranquila”, decía Ana el pasado viernes.
Lo del peligro de la masificación también lo reconocen Parreta, Pitu, Cuco y Pastrana, procedentes de l’Horta Nord y que, aunque más jóvenes que Alberto, llevan ya quince años viniendo a cada San Fermín. Aunque les sepa mal, reconocen que “el truco para correr es ir dando codazos hasta encontrar tu hueco, ponerte delante del toro y correr unos cien o doscientos metros. Eso sí, aquí no se pueden hacer recortes porque a los de Pamplona no les gusta. Es diferente como se corre un encierro aquí que en Valencia”.
También es recortador Jose, que lleva 19 años viajando desde Navajas a la capital navarra, y con él varios amigos corredores, aficionados a la fotografía taurina y su novia, que el jueves viajó en avión desde Valencia a Madrid y de Madrid a Pamplona para estar con su novio hasta que hoy domingo entonen el “pobre de mí”. “Antes aún salíamos por la noche e intentábamos compaginarlo con los encierros. Pero ahora preferimos salir poco y poder disfrutar más del día”.

Los dos lados de la fiesta
Todo lo contrario que Pepe, de Puçol, que mientras sus amigos se preparaban para correr ante los astados de Antonio Bañuelos, él y otros colegas se dedicaban a ponerse bolingas en los bares de Estafeta o de la Plaza del Castillo que permanecen atestados y con la música a todo volumen hasta casi el mediodía. O como a los miembros de la peña taurina de Montanejos, tocados con pelucas imposibles y a los que se les nota el “carnaval” desde las siete de la tarde. Y los de la peña de Soneja, que están esperando a que acabe el encierro para irse a dormir. “¿Dónde? Pues al parque de la Media Luna, como todos los años”.
Esta manera calimochera y noctívaga es una de las muchas en las que uno puede disfrutar de la noche durante los sanfermines. Otros prefieren imbuirse del lado más adulto de la celebración, no por ello menos divertido pero sí más “aseado”. “Ante todo hay que dejar claro que San Fermín no es una fiesta elitista y que el que viene de fuera se integra enseguida. Pero no es lo mismo venir un fin de semana, con lo masificado que está todo, que venir entre semana e intentar disfrutar con más calidad”, explica un ejecutivo valenciano que habla con el conocimiento de causa de haber sido joven y haber conocido el “lado oscuro” de la fiesta.
Del lado “hedonista” también está, por ejemplo, un grupo de empresarios de Valencia que desde hace casi treinta años no falla a su cita en Pamplona. En vez de dormir sobre el césped de la Ciudadela lo hacen en un hotel, y en vez de comer bocadillos de lomo callejero lo hacen en un buen restaurante con una larga sobremesa hasta la hora de los toros mientras cantan jotas como “Dos cosas tiene Pamplona,/ que no tiene el mundo entero,/ las fiestas de San Fermín/ y sus famosos encierros”.
Este grupo empezó a venir a San Fermín cuando varios de sus miembros estudiaban en una universidad de Bilbao, y ahora están tan integrados que hasta forman parte de la Peña “Los del Bronce”, una de las clásicas de la ciudad. “Son las mejores fiestas de España – asegura uno de estos empresarios –. La fiesta está en la calle, en cada rincón de la ciudad porque eres tú y tu grupo el que la lleva consigo. Y Pamplona es como el pueblo de la película “Brigadoon”, está como rodeada de niebla todo el año hasta que llegan los sanfermines y se descorcha como una botella de champán”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo!

Q envidia! Yo también quiero que me envien a hacer repors... que no me sacan del ajuntamiento de valencia!

Xurr, muy bien estructurado, gracioso, falleril y con contenido. Buen trabajo! Por cierto... me has comprado algo??? :-)

Anónimo dijo...

Muy bien dicho Café olé!!!!

Anónimo dijo...

Gran verbo, sí señor. ¿O es señora? Porque en tal caso... tu-tu-tu-tu-tu-tu...

Anónimo dijo...

Pero falla una cosa,a que no te atreviste a decir Pamplona con un pinchito de cualquier bar en la boca?